Santiago Márquez Martín

FOTO FINALSantiago Márquez Martín, más conocido como Santi, nació en la Luisiana el 9 de enero de 1960. Tras trabajar durante dos años en Chiclana como profesor de Educación Física, en 1986 se trasladó a Écija para impartir clases en el IES San Fulgencio. Con 26 años comenzó a transmitir sus conocimientos sobre la educación del deporte a sus alumnos, pero la docencia no fue su primer vínculo con el centro. Con tan solo 10 años fue por primera vez alumno del IES San Fulgencio, donde cursó sus estudios durante 7 años, a los 18 y tras finalizar sus años de estudiante en Écija marchó a la capital para ingresar en el Instituto Nacional de Educación Física. Allí conseguiría culminar sus estudios y convertirse en docente de Educación Física.

Excelente profesor y con una gran trayectoria a sus espaldas, Santiago Márquez, deja a un lado su faceta de profesor para mostrarnos vivencias y momentos anecdóticos relacionados con el IES San Fulgencio, centro que durante 28 intensos años le ha visto crecer y convertirse en el gran profesional que es a día de hoy.

 ¿Cuál fue su recorrido antes de llegar al San Fulgencio, existe algún motivo especial que le llevara a estudiar en este centro?

Nací en la Luisiana, allí cursé cinco cursos de primaria, desde cuarto ya se podía acceder al bachillerato pero eso no entraba todavía en los planes de futuro, pues para ello tendría que cursarlo en un  instituto, y con sólo diez años debía realizar desplazamientos a diario hasta Écija y en aquella época las condiciones no eran muy favorables para niños con esa edad. Estando cursando sexto de primaria y ya en el mes de octubre se presentó mi padre y me dijo: “Santi, te he matriculado en el instituto San Fulgencio, irás con tu hermana que tendrá cuidado contigo”, y que ya llevaba años en el mismo. Eso fue un boom,  yo no esperaba eso para nada, el instituto lo veía muy grande y algo fuera de mi alcance.

Entonces en el instituto en cada curso había un grupo para los niños y otro para las niñas, por ejemplo primero A masculino, primero B femenino. El idioma que se impartía mayoritariamente era  francés y mi padre me matriculó en inglés, como había pocas matriculaciones para ese idioma las clases eran mixtas, algo que me sorprendió y que por mi timidez era un gran problema. Eso sí, educación física cada sexo la hacía independiente, por lo que ahí ya respiraba con normalidad.

Mi estancia se prolongó durante los 6 cursos de bachillerato y 1 de COU.

¿Qué recuerdos destaca del Centro, tanto del profesorado como de sus compañeros?

Tengo muchos recuerdos y de mucha gente. Fíjate que fueron siete cursos aquí y han sido mucho los profesores que tuve y muchas más las anécdotas vividas; algunas, las mejores, no se podrían contar (afirma entre risas). Aún recuerdo los primeros días en el instituto donde todo el mundo corría despavorido cuando se escuchaban las voces de la jefa de estudios pidiendo orden por los pasillos, era la temida Sta. Argeli González,  profesora de Latín; no encontrábamos huecos donde escondernos cuando a lo lejos se empezaban a oír esos gritos que llegaban al cielo (explica entre risas). También recuerdo a la Sta. Isabel López Bascuñana,  directora del Centro, que junto a la jefa de estudios, mantenían firmes hasta la bandera del instituto. Vivir eso tan pequeño impresionaba, tanto que no se olvida, aunque ahora lo sea para reírse del miedo que pasábamos.

A lo largo de todo ese tiempo conocí a muchísimos profesores, de muy diversas condiciones y modos de llevar las clases, porque entonces se aplicaba más la célebre frase: “cada maestrillo tiene su librillo”.  Se impartían las clases más al modo y estilo de su personalidad, se fiaba más a la transmisión de los conocimientos y experiencias del profesorado que a un programa sin más ritmos marcados que el suyo particular. Tuve la suerte de aprender de muchos buenos profesores, de los que habría una lista muy extensa pero quiero reducir a D. Joaquín Ojeda (Dibujo), Dª Pepita Valero (Historia), D. Fernando Aguirre (Física y Química), D. Vicente Durán (Tecnología), D. Antonio Pérez Daza (Religión), D. Federico Madero (Matemáticas), todos magníficos profesionales y mejores personas, de los que en los últimos años de su carrera profesional pude seguir aprendiendo de sus tantas virtudes. Por  último, un lugar especial tiene el que además fue un gran amigo, D. Marcos Marcelino López (Educación Física), hombre de gran corazón y que paradojas de la vida fue el que se lo llevó.

En cuanto a los compañeros de clase sí que la lista es interminable, con muchos aún se mantienen amistades y relaciones, con otros se han perdido los contactos, pero a todos les tengo un cariño especial porque al verlos me hacen mantener recuerdos de una etapa muy feliz de mi vida.

¿Cambiaría algo de sus años de estudiante? ¿Cree que estas últimas generaciones deberían aprender de la suya?

Cambiaría muy pocas cosas, si me apuras recuperaría algunas. De todas las épocas y de todas las personas se puede aprender bastante, el que quiere aprender saca provecho de todo lo que ve y de todas las situaciones vividas podemos sacar aprendizajes. Tanto en el pasado como en el presente existen aspectos muy positivos que se deben valorar, lo deseable es rescatar y mantener lo mejor de cada uno de ellos.

Tengo muy claro que recuperaría cosas del pasado, tanto de la infancia como de la adolescencia, entonces no se vivía con tanta rapidez, daba más tiempo para disfrutar de las cosas porque teníamos menos, era todo mucho más manual, había que trabajarlo más, elaborarlo más, sin tanta ayuda de las tecnologías como hay hoy y que lo facilitan todo y te lo consiguen casi todo sin mucha dedicación.

Antes con pocas cosas se podía vivir feliz, hoy se tienen y disfrutan de más cosas materiales y resultan insuficientes para estar satisfechos.

¿Estuvo la docencia siempre presente en sus planes de futuro? ¿Qué fue exactamente lo que le impulsó a ser profesor de Educación Física?

Los niños, en todo momento lo que piensan es en jugar, y una forma  de jugar es la práctica de deportes; a mí como a casi todos los niños me gustaba jugar y practicar deportes, y en la época que pasé en el colegio –en primaria- tenía pocas oportunidades para ello, no estaba muy introducida la práctica de Educación Física en el horario diario de clases. Una de las cosas que más me impactaron satisfactoriamente cuando entré en el instituto fue tener un horario semanal de educación física y deportes, y eso me encantó, disfrutaba en todas las clases y me gustaban todos los juegos y las actividades físicas que se realizaban. Así de esta forma me empezó a madurar la idea de estar vinculado permanentemente a lo que más me gustaba, establecer el deporte como medio de vida.

Me informé sobre las posibilidades de realizar esta carrera y ello me llevó a Madrid, único lugar donde podía emprender estos estudios; además podía enfocar mi vida profesional tanto al deporte que más me gustaba y practicaba, el fútbol a nivel de competición, como a la enseñanza de la educación física en los institutos, que por entonces se empezaba a potencia,  regular y mejorar sus condiciones en el Sistema Educativo de nuestro país. Lo tenía claro y me ilusionaba, me decidí a hacer lo que realmente me gustaba.

¿Qué sintió la primera vez que impartió clases en las aulas en las que una vez fue alumno?

Una vez que conseguí plaza como profesor en Chiclana (Cádiz) y que aprobara las oposiciones para impartir  esta materia no podía ocultar que una aspiración era llegar a dar clases en el instituto, lugar donde un día me planteé a lo que me quería dedicar. No tardé mucho tiempo en conseguir traslado a Écija y de esta forma conseguí ser profesor donde antes fui alumno, en mi instituto, en el San Fulgencio.

Mis primeras clases recuerdo que las pasé con mucho miedo, el alumnado estaba muy crecidito y apenas si había diferencia entre un joven profesor con poca experiencia, de apenas 25 años, y los alumnos más mayores que rondaban los 18 y 19 años. En los siguientes años el miedo no me abandonó, cada clase era una responsabilidad y al alumnado lo seguía viendo como me veía a mí, con casi la misma edad. Hasta que los mismos alumnos no empiezan a marcar diferencias conmigo por la edad los temores no desaparecen, y eso no ocurrió hasta casi “anteayer” (sonríe porque aún se siente joven).

¿Cuál cree que es la cualidad más destacable de un profesor de Educación Física? Aspectos negativos y positivos.

Hacer ver la necesidad de la práctica de actividad física, la importancia que tiene de cara a  nuestro organismo cada uno de los esfuerzos que se realizan; y no es todo, fomentar la igualdad, el respeto, los hábitos de vida saludable, disciplina, estudio, trabajo, y transmitir en general los valores que luego quieres que el alumnado ponga en uso.

Todo esto es complicado, porque cada uno lo ve desde su perspectiva, y puede que en alguna ocasión mis alumnos me hayan visto como alguien muy exigente. Esto hace que haya que enfrentarse a opiniones de los que no lo ven así, y en esta materia donde prima sobre todas las cosas el esfuerzo físico es más difícil de ser aceptado y comprendido.

Esta materia es distinta a las demás, es frecuente “pelear” con los que plantean la utilidad y necesidad de lo que hacemos en cada momento, mientras que para el resto de las materias se da por hecho y aceptado socialmente la obligación de sus enseñanzas. Aquí, si previamente no trabajas y te esfuerzas los resultados no son satisfactorios, eso no difiere del resto de materias, la gran diferencia es que si intentas alcanzar un objetivo en forma de nota te exiges un esfuerzo físico al que tu organismo no está preparado y sufres más de lo que se debe, por lo que en algunas ocasiones causa rechazo.

Lo agradable, al corto plazo, es la cercanía que se tiene con el alumnado, el día a día, las relaciones personales que se proporcionan con más frecuencia que en otras materias al estar en un contexto más distendido. Al largo plazo, las satisfacciones son mayores, es muy agradable conversar con antiguos alumnos que valoran el trabajo que realizaron, las enseñanzas que recibieron, los aprendizajes de valores que les han hecho ser más fuertes de cara a las adversidades que se presentan en el quehacer diario; valores como el hábito al trabajo para conseguir lo que se pretende, el esfuerzo, sacrificio, constancia, perseverancia, … y sobre todo, tener concienciado que con todo ello se puede conseguir lo que nos propongamos.

¿Cree que ha influido en su vida el paso por el instituto San Fulgencio?

Ha influido bastante, indudablemente. Aquí llevo 29 años como profesor y 7 cursos como alumno, son 36 años en este lugar. De los 50 años que vive el San Fulgencio he compartido en él tres cuartas partes de su vida, son muchos años, muchos días, muchas situaciones diversas, tanto desde la perspectiva de alumno, profesor, directivo, padre de alumnos, etc. Son muchos días buenos y otros menos buenos. Aquí he aprendido, disfrutado y padecido casi de todo, pero sobre todo he aprendido mucho y de muchos; de mis profesores, de mis compañeros y de mis alumnos.

En este curso, donde celebramos el Cincuentenario del San Fulgencio, considero que es especial porque ofrece la oportunidad de repasar y de que todos repasen lo que significó el paso por entre estas paredes, estas instalaciones, la de experiencias que hemos tenido, y lo que supuso para nuestro futuro el paso por este Centro de enseñanza.

Desde aquí invito a todos a participar en esta celebración, a los que son nuevos aquí, a los que siguen, a los que se fueron, a TODOS y TODAS que han formado parte de la historia del mismo; a disfrutar de los actos y actividades que se organizan, que colaboren y vengan a recordar todo lo bueno que tuvo su paso por su instituto SAN FULGENCIO.

 

Con esto Santiago Márquez Martín, miembro del IES San Fulgencio desde 1986 y responsable de la enseñanza en la materia de Educación Física de 28 promociones de estudiantes, nos resume brevemente su paso por “ su instituto”, desde sus inicios como alumno hasta sus experiencias como profesor.

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